domingo, 2 de febrero de 2014

No habrá más penas ni olvidos

Un día peronista bendice cada perímetro de Salamanca, como lo refería mi dialogado Soriano. Los 3 grados bajo cero me acompañaron todo el camino de mi rodeo por la Carretera Valladolid, bordeada por escarchitas. El amanecer decoraba los pueblos pasajeros con un pincel de serenidad. Era muy temprano para los tráficos domingueros. Desde las torres de alta tensión, los halcones aprovechaban para vigilar a los forasteros. Y los cuervos disolvieron su parva para descansar en los cables de Telefónica. Los pueblos lejanos dan la impresión de haberse acercado a la ciudad durante la noche: sucede que la luminosidad de esta fecha diferencia mejor los contornos de los baptisterios, impregnando en la percepción de los salmantinos la idea de que los ventanales de Moriscos o de San Cristóbal hubieran crecido un poco. Por eso los pueblos parecen estar más cerca, el alumbramiento del día aclara más la diferenciaciones de las estructuras suburbanas. Ya en la ciudad, los autos tienen cristal helado. El segundo café de siempre recibía con una sonrisa a los conocidos para servirles un desayuno económico. Y un viejo castañeaba los dientes, más por los intervalos de Alzheimer que por el frío; como si estuviera pelando infinitamente una semilla de girasol.

Feliz día de la fecha! Mi querida tierra subtormesina!