Queridísima mía,
¿Existe un punto de retorno para salir de esta poética
necesidad de escribirte continuamente? Creo que sí lo hay, y asimismo creo que
ese cambio de rumbo no se podría tomar si no fuera con un inmenso dolor, cuando
algún día -no muy lejano- estas numerosas cursivas malogradas te hubieran
inspirado la suficiente confianza para que en alguna conversación me confieses
de tus secretos e intimidades. En ese momento irrumpirán en mi corazón -como
las olas el arrecife-, los retratos de un merecido amor en tu vida, semillero de
demasía de creaciones prosaicas que envenenarán mi hombría.
Lo afrontaré revirtiendo la esencia de mis estrofas
dedicadas a tu infinito encanto mujeril.
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